>GRUPO DE ROCK JUGGERNAUT
>CLUB/FORJANDO LEYENDAS
Aunque mi madre había nacido en los Barrios Obreros, conoció hace mucho a un ejecutivo joven y atractivo. Poco tiempo después se casaron y vivieron felices y contentos en pleno centro de la ciudad, donde criaron a dos niños risueños y maravillados de la vida. MENTIRA. Cuando a mi padre dejaron de divertirle las palizas casi continuas a mi madre, decidió buscarse alguna secretaria “de fácil apertura” y pegarnos la patada a los tres. Literalmente.
Apenas guardo recuerdos de mi infancia en la Zona Corporativa. Todas aquellas luces de neón y los coches
voladores se entremezclan con la desbordada imaginación de un alocado crio de familia bien. Aunque tuvimos que enfrentarnos demasiado pronto a las duras calles, cualquier cosa era preferible a vivir con el miedo diario a cuando mi padre regresase de trabajar y diese buena cuenta de los tres.
voladores se entremezclan con la desbordada imaginación de un alocado crio de familia bien. Aunque tuvimos que enfrentarnos demasiado pronto a las duras calles, cualquier cosa era preferible a vivir con el miedo diario a cuando mi padre regresase de trabajar y diese buena cuenta de los tres.
A esas edades los años pasan muy rápido… Un antiguo novio de mi madre accedió a acogernos en su casa a cambio de que ella trabajase de camarera en su garito de rock. Un buen local: actuaciones diarias de bandas, mucho alcohol y no demasiadas peleas. Allí nos criamos mi hermano y yo, felices con un nuevo padre que nos quería y educaba mucho mejor de lo que nunca había hecho el verdadero. Y una vez más otra “minúscula” vuelta de tuerca del simpático destino: una llamada telefónica desde el hospital nos informa del brutal accidente de tráfico que mi madre y su pareja habían sufrido. El noble hombre que nos había abierto las puertas de su casa estaba ahora postrado en una cama repleta de máquinas y tubos, en coma inducido; nuestra madre, cadáver.
Cuando el Viejo Bruce salió del hospital lo hizo en silla de ruedas. El accidente le había afectado la columna y nunca recuperaría el control de piernas y esfínteres. Nunca volvió a ser el mismo.
Aunque realmente, ninguno volvimos a ser los mismos. Con 16 años me vi obligado a hacerme cargo del local, de mi padrastro y de mi hermanito mellizo, que había encontrado en las drogas su vía de escape. Yo, por mi parte, opté por alcohol, drogas, apuestas, rock y sexo salvaje.
Y una vez más el Viejo Bruce me salvó la vida. Amargado por la pérdida del amor reencontrado y por el hecho de tener que mear en un tubo hasta una bolsa, aun supo darme un buen puñado de consejos que me hicieron recuperar el camino y abandonar algunos vicios. Me llevó algunos años recuperar la cordura, pero finalmente drogas y apuestas quedaron fuera de la lista; sin embargo, en todo ese proceso no pude, o tal vez no quise ver como mi hermanito, ese canijo rubio con el que tanto había jugado a la pelota, se había sumergido completamente en un mundo en el que él ya no era el dueño de sus actos.
Ocurrió hace unos pocos meses que cabalgué mi máquina desde mi pequeña casa hasta el garito, tal y como acostumbraba. Solo que esta vez mí padrastro me esperaba dentro más bebido de lo que acostumbraba. Por años había estado ocultándome la verdad y esa noche no pudo más con semejante carga; me contó que la noche en que perdimos a mi madre fue tras una larga persecución por parte de dos lujosos vehículos corporativos. Embistieron el coche en el que viajaban hasta conseguir que perdiera el control y rodase fuera de la carretera. Al parecer el Viejo Bruce había denunciado los hechos y la policía había conseguido incriminar a varios mercenarios que acostumbraban a trabajar para clientes selectos de las altas esferas. Fueron llevados ante la ley y, tras años de comparecencias y declaraciones, el juez resolvió desestimar el caso por “irregularidades técnicas”. Mi tullido padrastro me reconoció que jamás me habría contado nada de no ser porque en todos los informativos hablaban de cómo ese sádico hijo de puta que tengo por padre había contratado a su “viejo amigo” juez inmoral que acababa de colgar la toga días antes. Ahora todas las piezas encajaban y la indignación y la ira se apropiaban de mi cuerpo.
Mucha gente opina que del alcohol nunca sale nada bueno, pero esa noche lamer Jack Daniels de los muslos trémulos de una clienta algo ligera fue lo que me ayudó a ver el camino: si las ovejas tuvieses un buen pastor, el lobo las temería. Juggernaut será ese pastor. Es época de cambios…
—Memorias negras de Howling Kane, Editorial Soulfree. No publicado—
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